viernes, 10 de agosto de 2007

Cadáver exquisito

La noche de los lápices, jugamos
como todas las noches,
las palabras,
jugaban a callarnos.

Y yo, boca cerrada, no entran moscas,
descubriendo motivos como velos,
descorriendo cortinas, desnudando
la carne que no resiste ataduras,
que no quiere ser cubierta,
los sentimientos más puros.

Quiero un amor, que me transporte
al banco de aquel parque,
a aquella fuente
que tiene un cupido que vomita
agua limpia de frondoso manantial.

Quiero dormir a la orilla del río,
donde el agua me alcance para no oír
ni el ruido de los pájaros, ni el agua,
cuando cae en la roca.

Quiero un silencio enrarecido.

Vengo a llevarte, música, no intentes
besarme los oídos.

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