domingo, 16 de diciembre de 2007

Reflexiones de un inmigrante con papeles




Artículo publicado en Baleares Sin Fronteras


Supongamos que es sábado, te levantas en una mañana luminosa, es tu día libre y te apetece darte el pequeño lujo de desayunar tranquilamente en un bar mientras lees el periódico, para luego irte a dar una vuelta por los mercadillos de Palma.
Llegas a un bar y quien te atiende es una simpática chica con acento argentino, que muy amablemente te dice: “cha se lo traigo”. Miras a tu alrededor, con la vista despejada de quien no tiene preocupaciones y está de excelente humor porque al fin es sábado, y como estás de esa guisa te apetece observar un poco el panorama, para ver qué se cuece (como siempre estás tan sumergido en tus problemas cotidianos).
De pronto caes en la cuenta de que no eres el único inmigrante en el bar. Te llama la atención la mezcla que se observa entre el público presente: una pareja de latinos, podría decirse colombianos, con una niña de brazos, un marroquí o argelino, al que identificas por sus rasgos, dos hombres que parecen de Europa del Este, por su charla en una lengua desconocida. En eso entra un africano, como casi todos los africanos, sonriente, que te propone discos, a lo que tú contestas con educación que no, pero que muchas gracias, porque imaginas lo duro que será recorrer bares y bares proponiendo cosas que casi nadie compra. Son igual que las vendedoras chinas, perseverantes, siempre con esa sonrisa imperturbable. Son capaces de meterse en medio de la pista de baile para proponerte sus flores y objetos lumínicos. Qué ejemplo de laboriosidad para quienes, como tú, se cansan solamente de pensar que pronto será lunes y que hay que volver al trabajo.
Un vendedor senegalés del mercadillo de Palma.

Te admira esa virtud, propia de algunas civilizaciones, de tener la paciencia y la tenacidad para hacer mucho partiendo de muy poco, de trabajar de sol a sol, siempre con una sonrisa en los labios, sin una queja o un maltrato al prójimo. Dejando a un lado juicios de valor sobre lo políticamente correcto (o no) de vivir de la piratería y la venta de falsificaciones, estos caminantes te provocan admiración. De pronto tienes ganas de confortarlos, o invitarles a un café para que reposen sus pies cansados.
Pero no lo haces, porque, como siempre, puede más el pudor, y temes que te miren como bicho raro, mucho más en una tierra como ésta, llena de pudores y de introspección, “allí donde fueras has lo que vieras”, como enseña El Quijote.
Total, que decides irte del bar y te diriges a la parada del autobús; como vas al centro, prefieres hacerlo de esta manera, así te evitas el problema del parking, caminas un poco y, como buen ciudadano de éste, tu nuevo hogar, ayudas a no contaminar su entorno.
De pronto notas otra vez lo mismo: la parada está llena de inmigrantes, ¿será que los inmigrantes son más considerados con el medio ambiente? No, te contestas, sabes que lo que sucede es obvio: es cuestión de poder adquisitivo, pues la mayoría de ellos llevan poco tiempo, están luchando para alcanzar una vida mejor, mandan una buena parte de su salario a la familia, para que ésta a su vez sobreviva allá en su país de origen… Un buen lastre, si lo sabrás tú, pero que se acepta con alegría y orgullo, porque no hay nada como la familia.
Entras en el bus y como hoy tienes la vena de escritor, intentas escuchar la conversación de dos jóvenes que se te han sentado detrás, son dominicanas, por el acento. Una le cuenta a la otra lo agradecida que está de su empleadora, que fue quien le puso la oferta de trabajo para poder pedir la residencia. La otra le narra sus infortunios como doméstica pues está interna y no ve a sus hijos y a su marido más que un rato cada día, piensa cambiarse, dice, pero está esperando a que su marido encuentre trabajo, porque no tiene papeles, y así siguen hablando animadamente, como si se tratase de una conversación trivial, como ir a comprarse un par de zapatos (por su corta edad bien podría ser éste su tema de conversación). Pero en su lugar se explican acerca de guarderías donde cuidan a los niños de la mañana a la noche, intercambian experiencias sobre la mejor manera de subsistir en esto del trabajo “por horas”, se dan coraje mutuamente, confabulan para ver si una puede conseguirle un trabajo al marido de la otra, aunque sea en una obra, como dos heroínas anónimas. Juana de Arco y la Matahari sentadas detrás de ti en el bus, y tú que ibas tan ligero de espíritu este sábado llegas al mercadillo con una pesadumbre inexplicable, que por suerte se disuelve en cuanto chocas con la algarabía de las tiendas y la gente, alemanes, latinos, mallorquines, gitanos, africanos, todos juntos en una mezcla heterogénea y bulliciosa.
Mallorca es cada vez más cosmopolita, piensas, y te invade cierto orgullo de inmigrante, lo mismo que debieron sentir en su día los colonizadores españoles en América. La sensación de estar viviendo algo importante, un acontecimiento histórico, se apodera de tu mente excitada de este sábado. Una mezcla que a veces es un choque y otras, como ésta, un enriquecimiento: en este mercado puedes comprarte lo mismo una máscara de África, una cartera de piel hecha en la india, una camiseta “made in china”, un poncho peruano, un adorno hecho por indios del Amazonas, un libro en inglés o en alemán, y por supuesto, un precioso mantel bordado a mano por una abuelita mallorquina.
“Todo choque de cultura tiene sus pro y sus contras”- concluyes, y aunque la conclusión no sea brillante, a ti al menos te sirve para calmar tu espíritu, que aún se resiente por la pena que sientes hacia esas personas que aún no han encontrado la manera de vivir un poco mejor en esta sociedad. Aunque intentas no caer en el chantaje emocional y en la lectura victimista y los esquemas manidos de “inmigrante=pobre”, “español=rico”, porque sabes que eso no está bien, y no eres ciego para no darte cuenta de que hay muchos españoles que la pasan mal, mucho más desde que hay cada vez más competencia y menos trabajo. Claro que, por otra parte, tú no puedes hacer nada para evitar existir, ya estás aquí, ya formas parte de este mundo, y tampoco vas a ir por la vida pidiendo disculpas, lo más que puedes hacer es intentar convivir en paz y mostrar lo bueno de tu cultura con armonía.
Finalmente te entra hambre y cansancio de tantas elucubraciones y preguntas sin respuesta, y terminas tu paseo de esa mañana de sábado comiéndote un Kebab mientras te contentas pensando que este mundo puede ser muy cruel a veces, pero que, en el fondo, es más benévolo que el tuyo, donde quizás nunca hubieras tenido lo que aquí tienes: la posibilidad de un futuro mejor para ti y para los tuyos, aunque tengas que dejarte la piel en el intento.






Dos jóvenes marroquíes.

9 comentarios:

Aguaya dijo...

Aunque aquí en Alemania la opinión del alemán común sobre los inmigrantes dista mucho de ser la mejor (como promedio), me vi casi retratada en esas reflexiones...

Ivis dijo...

Aguaya, aquí tampoco es buena, pero siempre se puede mejorar, ¿no crees?

Aguaya dijo...

Sí, creo que se puede mejorar. Lo que está en las cabezas de las personas es más difícil de cambiar a veces que la sociedad misma, pero con buenas intenciones puede cambiarse, claro. También hay que estar abiertos a ese tipo de cambio relacionado con los inmigrantes... Alemania tiene mucho que aprender todavía en ese sentido... Me has dado pie para un post futuro!

Ivis dijo...

Me alegro, Agua (ya sabes, nosotros siempre con los diminutivos).
Un abra,
I.

Jobove - Reus dijo...

en el mestizaje està el futuro y quien no sepa verlo lo tendra mal y lo pasara mal

muy buenas reflexiones Ivis, me ha gustado mucho tu post

saludos y besos

Ivis dijo...

Hola amigos, muchas gracias por pasaros.
Saludos para ustedes también, una abraçada.
Ivis.

Bauta dijo...

Ivis,
Vi este post anoche y me gusto tanto que quise dejarte un comentario inmediatamente, pero la laptop se cabreo conmigo y me dejo a medias y sin baterías. Nada, pues que yo también me he puesto los zapatos de tu caminante sabatino aquí en la manzana..el fenómeno es global. Muy buen post, de veraz!!
Un abrazo!
JC

Garrincha dijo...

me dio gorrión el posteo ese, pero lo he agradecido muito.
deja salir de dos tiñosas ue tengo y te bajo un dibujete.
btw, ¿tienes el email del jabao morejón?
vi sus fotos en tu blós, pero no me he podido comunicar con él.

kisses.

Ivis dijo...

Gracias, JC, cuidado con las laptops, son peligrosas.
Garrix, te paso el mail de Morejón a tu email.
Un saludo a ambos.