martes, 30 de diciembre de 2008

Polvo en los ojos


Acabo de regresar de mi tierra y siento como si me hubiera caído polvo en los ojos.
Este ir y venir para alegrarme y entristecerme de nuevo va a acabar conmigo; pero no me quejo, peor es no poder ir. Por ello he dado las gracias cada día durante este viaje, y una vez en el avión que me traía de regreso también lo hice porque soy consciente de cuán afortunada soy, esto contrarrestó un poco el mal sabor de boca de la partida, que siempre, digan lo que digan, es dura.
Allá quedó un modo de vida ni mejor ni peor, diferente; el que tuve y al que ya no podré volver por mucho que me afane, pero me queda la satisfacción de haber coqueteado con mi pasado, haberlo tenido tan cerca y poder decir adiós, o hasta la próxima, sin remordimientos. Volver al pasado tiene su gracia, te explicas muchas cosas de tí mismo, de tu infancia y en este caso, de tu país. Dejé de escribir desde allá porque con la prisa y las distracciones sentía que no le estaba haciendo justicia a mi gente y a mi país, con todos sus matices que a día de hoy no acabo de entender porque, como quise explicar en el post del lobo feroz, una cosa es desde fuera y otra bien diferente desde dentro. Cuando la vista se te acostumbra a la penumbra, descubres qué país tienes, qué gente de carne y hueso lo habitan, con sus cientos de defectos, pero, paradójicamente, con unos valores que hacen temblar las piernas. "Es muy fácil criticar desde fuera", o eso al menos me dijo mi hermana una noche en la que nos quedamos ella y yo discutiendo de política hasta las dos de la mañana. La verdad es que perder el tiempo en esos temas es como para echarse a llorar, pero era inevitable: yo venía con ganas de pelea, y ella me paró en seco con toda su artillería de mesa redonda y su lógica de futura economista. Y ahí tuve que reconocer que no estaba al día (no veo mesas redondas) y casi me venció con su discurso apocalíptico (Cuba es un país pobre, si esto cambia mucha gente que hoy vive gracias a las ayudas estatales se morirán de hambre, etc. (por cierto, que en el ínterin eliminaron las gratuidades y esa parte de su discurso se fue al garete)), pero bueno, al fin, cuando ya me secaba las lágrimas con la punta de las sábana y casi que asentía, reaccioné, y me acordé de mi rabia y de la de tantos compatriotas en el exilio, privados de poner un pie en su tierra, de las censuras y las arbitrariedades, de la corrupción y las diferencias de clase abismales en un país dizque igualitario, y ahí me dije que todo eso estaba muy bonito pero que a mí no me iba a comer con el cuento de la caperucita, y terminamos sin llegar a un acuerdo pero con una desazón compartida. Ella quizás no estaba preparada para que le rompiera su globo en la cara con mi discurso trasnochado (ella tiene apenas 24 añitos, no ha salido de Cuba, va a la Universidad de los Revolucionarios, por eso, aunque es muy inteligente, no se le puede pedir más). Yo, en cambio, no estaba preparada para que una muchachita de 24 años que no piensa más que en salir a bailar me discutiera mis "verdades" con ideas (maniqueas o no) pero tan firmes, tan bien expuestas que casi me las trago. Y ahí me dije que mejor me dormía porque no estaba analizando las cosas con objetividad, porque un país en el que una jovencita puede hablar de política internacional no debe estar tan mal del todo (hice la prueba con mi prima que es maestra emergente, con un tipo que me dio botella, y todos me resultaron gratamente sorprendentes. La mesa redonda o la televisión educativa tienen su cosa buena, ya sé que me querrán crucificar, que no hay que confundirse, pero tampoco se confundan ustedes, hablo de nivel educacional, hablo de que la gente pueda hablar de algo más que de la televisión y de la crisis). Pero claro, como siempre, hablo con el corazón, se me olvida el precio que hay que pagar, que tiene que pagar todo el pueblo, para hacer gala de semejante excentricidad, que, por otra parte, no sirve de nada. En fin, que seguía sin ver las cosas claras y por eso no quise seguir despotricando a la ligera. Por suerte pasaron los días y empecé a verlo todo con más claridad, luego les daré mis conclusiones. El enfermo, según yo lo veo, es terminal, pero tiene órganos sanos, susceptibles de ser transplantados, aunque sean pocos. Luego continúo.

sábado, 27 de diciembre de 2008

Felices fiestas y un mejor año nuevo

Bueno gente, la conexión desde aquí se me ha hecho difícil y ya esperaré a regresar para contarles todas mis experiencias de esta isla inverosímil.
Entre tanto, les deseo a todos un feliz año nuevo y unas felices fiestas, especialmente quiero agradecer y felicitar a quienes me han seguido y apoyado de cerca o desde lejos.
Seguiré escribiéndoles pronto, nos vemos en lo que canta un gallo,

Ivis.

miércoles, 17 de diciembre de 2008

Y el milagro ocurrió al décimo día



¡Dios existe! Y manda a limpiar las vías expeditas.

Día de San Lázaro



He aquí un par de fotos de hoy en el rincón, son de Wilmer González.
Nunca había ido al rincón un día 17, porque no soy religiosa, pero es una experiencia muy interesante.
Saludos.


Eterno día de hoy

A veces, cuando estoy en Cuba, quisiera que la tierra me tragase para no tener que dar explicaciones sobre mi vida, pero es imposible escapar a las miradas indiscretas de la gente que te revisa de arriba abajo creyendo ejercer su santo derecho a interrogarte. Esto de ser objeto de miradas indiscretas no me molestaría si no pasase de ahí, pero desafortunadamente la prudencia no es virtud que abunde entre mis compatriotas, de ahí que las miradas vengan a menudo acompañadas de exclamaciones jocosas, en ocasiones impertinentes.
En Cuba es imposible pasar desapercibido; la gente tiene tiempo libre de sobra para detenerse en la vida de los otros (tal y como enseña el Comité de Rumiantes). Así y todo no creo que los cubanos lideren el ránking de chismografía mundial, aunque quizás es más notable por lo expresivos e irreverente que somos con las normas de educación formal, normas que se han ido relajando, al igual que se han borrado poco a poco las barreras entre las personas en aras de una mayor socialización.
Una de las cosas que más me llama la atención es lo rápido que el cubano acorta distancias (sobre todo cuando media un interés), valiéndose de su proverbial simpatía. A veces, sin más acá ni más allá, te cuenta su vida y milagros, sin pudor de mirarte a los ojos, tocarte las manos, abrazarte… Aunque te acabe de conocer. Como si no supiera que el día de mañana está al doblar la esquina y no tuviera temor a establecer lazos y romperlos más tarde, porque en Cuba lo que sobra es afecto, porque no se vive en el mañana, sino, eternamente, en el día de hoy.

martes, 16 de diciembre de 2008

Me declaro incapaz

De describir el turbión de sensaciones que me despierta Cuba y su gente en este viaje en que había decidido abrir los ojos, pero como duele tanto por momentos los cierro y vuelvo la vista hacia adentro, porque es preferible vivir una ilusión a enfrentar la realidad de esta tierra desolada, de este desarraigo galopante: ya no me siento parte de este país y su destino. Ocho años han bastado para romper el lazo y hacerme indiferente, o al menos aletargarme, matarme el dolor con una sola frase: no. Me niego a beber el veneno que me ofrecen con sonrisa amable, no quiero desgastarme intentando entender o queriendo explicar una realidad estúpida y errada. No soporto ver cómo se corroe todo debajo de la gastada pátina de oro “del que cagó el moro”, que no logra esconder los negros verdugones.
Lo peor: las justificaciones de la gente, la estrechez de visión, entendible pues no conocen otro punto de vista, el constatar que los seres humanos pueden adaptarse a vivir enajenados, con miles de trabajos, por no pensar que la vida puede ser otra cosa, que hay vida más allá de la novela y el pan de la bodega, vida sin criadores, sin engaño, dura y tal vez injusta, pero más real, sin tantos paños tibios que al final lo terminan por embotar a uno.
Lo mejor: el cariño de mi gente, la admiración que siento ante lo heroico del día a día de cualquier mujer cubana, más, mucho más que los hombres, me admiran las mujeres de mi país, incansables, coquetas, pero por desgracia aún discriminadas por esta sociedad machista.
Este post me va quedando algo disperso, procuraré continuar por apartados, pero será otro día, hoy ya me tengo que ir. Hasta pronto.

jueves, 11 de diciembre de 2008

Dancing in the rain


Un río de aguas fecales en la calle Paseo, una de las más céntricas de La Habana, ha obligado a los vecinos a improvisar puentes levadizos para poder acceder a sus casas.


Ando como equilibrista: saltando charcos y sorteando huecos por esta Habana mía de postguerra. Será cosa de los años, pero cada vez me parece más peligroso caminar por estas calles sin sufrir un accidente o embarrarme los zapatos de fango o de aguas fecales, y hablo del medio del Vedado (barrio residencial), no quiero ni pensar cómo estará la cosa por los campos.
Partimos de la conclusión -a la que he podido llegar luego de varios viajes- de que en Cuba hoy por hoy es una locura llevar zapatos nuevos (a menos que uno quiera botar ese dinero). La frase de Eugene de Rastignac: "París es un lodazal bien pintoresco" bien podría aplicarse a La Habana, a Cuba entera, pues en eso se ha convertido la isla, en un lodazal. Quizás ya lo era antes de que yo me fuera, pero sólo ahora lo noto: se necesita agua y jabón -y manos- para lavar la cara a este país abandonado. Se necesitan cestos de basura en las calles, mucho detergente y kilómetros de rollos de papel sanitario (todo esto en pesos cubanos). Y una normativa que prohíba circular a los carros que contaminen la ciudad con sus hollines.
Pero sobre todas las cosas, se necesita voluntad y civismo, y mucho trabajo, pero casi mejor que no sea voluntario.

Yoani Sánchez y el Itinerario Blogger prohibido en Cuba

El lobo feroz

Uno lleva ocho años cocinándose el hígado para enumerar los diversos e infinitos problemas de este sistema del que no se puede decir ni tan siquiera aquello de "y sin embargo, se mueve". Entonces uno llega aquí, se tropieza frente a frente con el monstruo, con esa realidad cruda que ha venido recreando en su mente en la distancia y ahí comprueba no sólo que el lobo es feo, sino que encima está viejo y desdentado y sucio (sobre todo sucio), y entonces satisface esa parte del ego que necesitaba demostrar que nada de lo vivido -la soledad, el desarraigo, el frío- ha sido en vano. Todo a tu alrededor te lo confirma: enfermo terminal; victoria del foráneo por knock out.
Pero luego viene el lobo feroz y te suelta una sonora carcajada o va y se pone a llorar con toda su fealdad y tú te das cuenta de que es feo y bruto y malo, pero al verlo llorar de esa manera desconsolada y saberlo tan ignorante de su propia monstruosidad, a tí casi te entran ganas de consolarlo y lo imaginas bueno y con hijos, y ahí se te derrumban los esquemas. Pero no has de olvidar que es el lobo y que las cosas no son tan simples como en una fábula infantil.

miércoles, 10 de diciembre de 2008

Recuperando el tiempo perdido

Es inevitable: cuando estamos fuera nos perdemos tantas cosas de nuestros seres queridos... No sólo las importantes, sino también esas pequeñas cosas cotidianas que son la clave de nuestra identidad. Escuchar las historias de tu familia contadas por esa tía que te vio nacer al calor de un café de la bodega preparado con cariño; caminar junto a tu hermana por la calle mientras te pone al día de sus amores; acompañar a tu madre a un chequeo médico de rutina y tomarse un helado por el camino… Tantas y tantas cosas que te pierdes y que son imposibles de recuperar en unos pocos días. Pero no tiene sentido ponerse a llorar sobre los platos rotos, más bien hay que dar gracias por estos días en los que todo tiene sentido, aunque nunca puedas llegar a vivir del todo en esta dimensión del universo. Pero bueno, del lobo un pelo, ¿no?
En este viaje, a diferencia de otros en los que hacía de turista, he decidido aprovechar el tiempo para estar con mi familia, con la poca familia que me queda aquí. Es tan reconfortante… por eso me da rabia lo injusto de las leyes que impiden a algunos (miles de) cubanos poner un pie en la isla, las mismas que deniegan el permiso de salida a sus familiares. Qué triste que tengamos unos gobernantes tan estrechos de mente, tan rencorosos.
Del resto de mi viaje no tengo mucho que contarles pues como les decía antes, estoy en plan casero y sólo he visto a algunos amigos, ni siquiera he ido al festival de cine, cosa impensable en otro tiempo (como cambian las prioridades con los años). Aunque sí he ido de conciertos; esta vez a uno de Interactivo, que no me gustó demasiado -lo encontré desorganizado, como un ensayo del concierto que tendría que ser-. Muy diferente me pareció el conciertazo de Síntesis ayer en el teatro Mella. Síntesis siempre ha sido uno de mis grupos favoritos, un lujo para los oídos y un ejemplo de constancia (llevan más de treinta años sobre el escenario). Qué familia, caballero, ahora también se le han sumado sus hijos, X y Eme (vaya nombres más originales), que son sendos músicos, lo que demostraron con dos pequeños miniconciertos. Pero creo que esto merece un comentario aparte. Grabé vídeos, ya los colgaré a mi vuelta (desde aquí imposible) y entonces podrán ver lo que les digo, fue un concierto espectacular.
Me voy, (pero vuelvo pronto).

lunes, 8 de diciembre de 2008

Aprendiendo a ser cubana

Ando aprendiendo a ser cubana de nuevo, es increíble pero uno se desacostumbra a los esquemas y va por la calle creyendo pasar desapercibido, cuando lo que lleva es un cartel en la frente que dice: no soy de aquí. Y es que hay algo que tienen los cubanos de aquí que los distingue. Es la actitud, el modo de andar cadencioso, la mirada descarada, la suavidad en la voz, el acento, la alegría, no sé, algo que no traemos los que venimos de fuera, al menos yo, que al llegar vengo con la mirada extraviada, con esa sensación de derrota que se nota en los hombros, esta guerra interior que me desangra: to be or not to be…
Pero pasan los días y una vuelve a andar erguida, a presumir de atributos, y vuelven los piropos: “niñaaaaaa, si te cojo…” y una sonríe porque sabe que detrás de esas palabras no hay un obseso sexual, sino simplemente un hombre que, a su forma, intenta ser galante, según los esquemas cubanos, (que son machistas, cierto, pero por esta vez inocuos y simpáticos) y ahí te dices que qué pueblo más retozón el que te ha tocado en suerte, así como qué suerte que todavía te admitan de vuelta en la tribu. En tu caso sólo es preciso ponerse aretes, pintarse las uñas y caminar erguida, ser simple y dejarse llevar (esto es lo más difícil). Luego toca sentarse a esperar los piropos -que llegan, por supuesto que llegan porque el hombre cubano sabe ser gentil y premiar la belleza, al igual que la mujer sabe hacerse notar, y ser bella-. Este es un pueblo de románticos que lo dan todo a cambio de una ilusión; estetas exigentes que no toleran la falta de armonía, de ritmo o de sensualidad.
Cuando el cubano se viste para salir, llama la atención su elegancia a pesar de las limitaciones. Esto no es casual: el cuerpo, la persona y su presente, son el verdadero y único patrimonio de la mayoría de los cubanos. Todo lo que contribuya a adornar a esa persona adquiere aquí un carácter crucial. Pero además de todo esto, hay algo que me sorprende y me admira de mis compatriotas, y es la capacidad de apostarlo todo a una causa, a un objetivo, que puede ser simplemente vestir a la moda, lo cual en Cuba es harto difícil, o cosas más rebuscadas como hacerse un santo u organizar una fiesta de quince, pero sea el empeño que sea, para mí tienen algo de heroico, pues implican elevarse y abstraerse de la precariedad circundante (asfixiante) y realizar esfuerzos sobrehumanos para lograr un objetivo, muchas veces simbólico. Y todo con alegría, lo cual me maravilla aún más.
Quizás exagero, quizás me estoy ablandando con la distancia, como dice la Betty, chi lo sa?

domingo, 7 de diciembre de 2008

La soledad de Yoani

Ayer, sorpresivamente, me encontré a Yoani por la calle. Fue como una aparición, pues justo andaba preguntándome dónde sería lo del evento blogger y en eso voy y me la cruzo. La impresión que me causó no pudo ser mejor. Su seriedad, su dignidad, su sencillez, me impactaron. En este país donde todo tiene de carnavalesco, de informal, encontrar a alguien consecuente es todo un hallazgo, y si esa persona resulta ser Yoani, pues ya es como una lotería.
Tuve la oportunidad de presentarme y preguntarle sobre el evento, que según me dijo está temporalmente suspendido, y de conversar sobre sus necesidades y las de los blogueros cubanos. Me habló, entre otras cosas, de la necesidad que tienen de documentación sobre el tema de los blogs, de cómo manejar las herramientas de blogger y otros gadgets. Le dije que en lo que pudiera la ayudaría, y por eso les digo, por si alguien puede recopilar informaciones de esta índole y enviárselas, yo haré lo propio a mi regreso, desde aquí es imposible.
Me llamó la atención una frase suya: mientras más seamos, menos vulnerables seremos. Me pareció tan difícil estar en su piel y sentirse todo el tiempo observada, amenazada por la incomprensión de quienes ven en ella algo más que lo que ella es, que ya es mucho. Hay aquí quienes dicen que ella es como el instrumento de una organización más potente, dirigida desde Estados Unidos, cosa que a mí me parece poco probable, porque yo sí leo su blog y sé que no tiene otras pretensiones que expresar libremente sus opiniones, que por lo general son críticas, pero qué se le va a hacer si este país está como está. Veo detrás de esos comentarios la semilla de algo más perverso que se va fraguando en torno a ella, la maledicencia de sus enemigos, que no son otros que los enemigos de la verdad, los que quieren que las cosas aquí se queden como están, seguramente para aprovecharse de esta situación insostenible, y veo en esto una gran amenaza para su seguridad, porque no hay nada como la intolerancia y el fundamentalismo, y eso abunda aquí. Creo que es preciso arropar a esta mujer que es una verdadera heroína, y lo digo pasando por encima de mis prejuicios contra los símbolos, pues soy enemiga de construir íconos de barro, que como sabemos se caen y se rompen. Pero la realidad impone defender a esta hija digna de nuestro país.

Gracias a todos

Estoy feliz. Muchos de mis amigos me han felicitado por mi cumpleaños, aunque ahora mismo desde Cuba no puedo responderles a todos. Se sabe que el cunpleaños es tan sólo una excusa, pero es una linda excusa para saludarse, a mí me encanta, la verdad.
Bueno, de por aquí les contaré que he disfrutado de dos conciertos riquísimos, uno de David Torrens, con invitados como Kelvis Ochoa, Descemer Bueno y David Blanco, todo un lujo junto al mar, en un lugar llamado Don Cangrejo, donde se reúne la farándula cubana (por momentos dudaba de que aquello fuera Cuba, ya se sabe, como dice Yoani, que hay dos Cubas).
El otro conciertazo fue anoche, en el Karl Marx. Un cantante hasta ahora desconocido para mí, Raúl Paz, abarrotó el teatro y lo llenó de buena onda y ritmos desenfadados, transmitiendo un mensaje de amor y reconciliación.
Como me gustó este chico, no sólo su música, que es moderna y diferente de lo que se suele hacer aquí (o quizás no tan diferente pero sí renovada), sino por su alegría, por ese mensaje tan positivo que dejaba caer con sus canciones, me encantó su sonrisa sincera, en fín, me encantó, sobre todo este mensaje: "todos somos cubanos, los de aquí y los de allá". Sí, porque este muchacho no vive aquí en Cuba, sino en Francia, y sabe lo que es eso. Dos cantautores, dos mensajes. David Torrens dice que no es "ni de aquí ni de allá" y Raúl Paz, que "se quedará cubano". Para escoger.
Caballero, qué rica es la música cubana, casi se me había olvidado el swing que tiene, y la manera de bailar de la gente aquí, que es insuperable. Por estas cosas es que uno no puede olvidarse de esta islita, tan pequeña en dimensiones y tan grande por su gente.
Sigo contándoles luego, tengo cosas muy interesantes que contarles sobre Yoani.

viernes, 5 de diciembre de 2008

No hay más ná

Cuando llego a Cuba todo me parece tan precario… no lo puedo evitar. Llámenme consumista, pues es cierto, a lo bueno se acostumbra uno pronto.
Vivir en Cuba es difícil sin dinero, muy difícil, y, paradójicamente, con dinero, también lo es. Las tiendas (incluso en pesos convertibles) están mal surtidas y para encontrar todo lo necesario es preciso recorrerlas de una en una y soportar las colas, la que más indignación me causa: la cola para el guardabolsos, pues no dejan pasar a ninguna tienda con cartera, por aquello del hurto, deporte nacional.
Una vez en la tienda llama la atención la cantidad de trabajadores que, lentamente, con indolencia, van despejando la cola. El tiempo aquí es lento y yo pierdo la paciencia constantemente. Estoy enferma de velocidad. Pero como no se puede hacer otra cosa, observo, me adapto al tumbaíto cubano, así, suavecito, que es como mejor se disfruta todo, y eso sí, con mucho sentido del humor.
El humor cubano es epidérmico (demasiado), sano, y eso me reconforta, para todo hay un dicho, para todo una frase de consolación. Si se sacase la cuenta de la cantidad de veces que en un día puede llegar a escucharse aquí la frase “no hay mal que por bien no venga”, estoy segura de que habría sorpresas. Conformismo, paciencia, compasión y sentido del humor son atributos imprescindibles para vivir en Cuba. Y “no se puede”, la frase que más se escucha aquí.
“La cosa está mala” (otra cantinela), mala de verdad, en lo profundo, va a ser difícil cambiar estas costumbres, pero entre tanto, disfrutemos, que “no hay más ná”.

Doble felicidad

Así se llamaba un restaurante chino de Mallorca, y hablando de restaurantes chinos, ayer fuimos a uno aquí en la Habana a celebrar el cumpleaños mío y de mi hermana, que es hoy, 5 de diciembre (no, no somos gemelas, nacimos el mismo día, pero con ocho años de diferencia). El mérito completico es de mi madre, que afinó la puntería para parirnos no sólo el mismo día, sino, casualmente, con la misma doctora. Tremenda casualidad, ¿no?
Bueno, aquí les dejo con las fotos de anoche.





jueves, 4 de diciembre de 2008

La vida sigue igual

Rotas mis esperanzas de encontrar cambios en Cuba, continúo mirándolo todo con incredulidad, ¿cómo es posible que el sistema resista y además permanezca casi invariable?
Miento, he encontrado cambios, para peor. La corrupción sigue carcomiendo lentamente los cimientos de esta sociedad y llevándose lo poco valioso que quedaba del malogrado experimento socialista.
Lo noté desde la aduana, donde a pesar de las medidas preventivas y las cámaras, los aduaneros continúan lucrándose a costilla de sus propios compatriotas. La aduana cubana es como un caballo apestoso que se sacude las moscas con la cola, pero estos moscones ávidos de euros siempre vuelven, porque el problema, como bien se sabe, está en la raíz.
Pero yo por esta vez me propuse no disgustarme y llevar la mejor voluntad, porque pienso que parte del problema lo tenemos los que venimos de fuera cargados de arrogancia, mirando a los de aquí por encima del hombro, sin darnos cuenta de que son nuestra propia gente. Y los miré a los ojos como queriéndoles decir: yo soy igual que tú, aunque con más suerte. Y quizás, no sé si por esta determinación de no enfadarme, o por la “propina” que le di a un aduanero, ésta vez pude sonreír al encuentro con mi familia. Mi madre no se lo podía creer; la pobre, ya está acostumbrada a recibir los ramalazos de mi mal humor y a casi tener que disculparse por vivir aquí.
Al salir me impactó como siempre la oscuridad reinante, pero esta vez especialmente, “tengo que ir a que me midan la vista”, pensé, al tiempo que maldecía al jodido ordenador. Habida cuenta de mi ceguera progresiva, me dispuse a disfrutar de un regreso sensorial e instintivo, (no me queda más remedio pues mis otros ojos, o sea, mi cámara, me la dejé olvidada en la vorágine del aeropuerto de Barajas). Por cierto, que he comprendido por qué se madruga tanto en Cuba.
Con este pensamiento, me dispuse a entender la dinámica de esta sociedad, un caos que, increíblemente, se sostiene sobre un orden, orden que tiene más de adaptación al medio que de lógica, pues Cuba no entiende de lógica, mucho menos de logística. Caos al que sólo pone freno la acción represora del sistema, el miedo que cultiva y distribuye en forma de castigos ejemplarizantes, la cultura del miedo que se impone aún hoy. Y para muestra, un botón: al día siguiente de mi llegada me dispuse a visitar a mi abuela y al llegar a su barrio me encontré con el espectáculo de mal gusto, por lo escandaloso, de la intervención policial en la paladar “Hurón azul”, cuyo propietario cometió el delito de enriquecerse y no disimularlo, en cambio se comenta que traficaba con obras de pintores cubanos, que había comprado un apartamento, y que almacenaba carne de res ilegal en los depósitos de agua (para los neófitos, en Cuba la compraventa de carne de res es altamente peligrosa, y no exactamente por el mal de las vacas locas, ni tampoco porque estemos en la India, sino porque al que agarren matando una vaca o vendiendo su carne de manera ilegal le pueden caer hasta 20 años de prisión).
Cuentan los vecinos que este detalle hubiera pasado desapercibido de no ser porque un agente fue a lavarse las manos y de la llave salió un agua sanguinolenta, una imagen fuerte que demuestra que la realidad, como dicen, supera a la ficción.
Luego sigo contándoles de mi viaje, hay muchas más impresiones pero el tiempo apremia. Un saludo a todos.

martes, 2 de diciembre de 2008

He vuelto para andar

Sobre la ciudad que espera.
No me parece mal
no me parece mal
no me parece mal
porque yo soy habanera.


Caballero, esto está que arde.
Estoy aquí en la Habana, de vuelta, (sí, soy reincidente) y aunque he visto poco, puedo asegurar que la cosa está que arde, pero no es cosa de dar opiniones a la ligera.
Intentaré captar el ambiente de aquí en futuros post.
Perdonen la falta de fotos pues no he hecho ninguna aún.
Bueno, nos vemos en la próxima aventura. Un abrazo a todos y espero traerles novedades pronto.
Ivis.

Nuevo libro de mi querido amigo Jorge (mensaje suyo)

¡Enhorabuena, Jorge!


Un saludo cordial ante todo.
Pocos días antes de que finalice este año, logré, con la ayuda de mi mujer, sacar a la luz un deseado proyecto. Se trata de un libro de memorias de Barcelona con recuerdos de La Habana, estructurado caprichosamente en cuatro secciones. Aunque no es menos cierto que cumple un orden cronológico. Son crónicas o apuntes que abarcan siete largos años, y en el momento de escribirlos no cumplían otra función que la de acompañarme. Quiero decir que estos textos no fueron pensados para compartirlos con nadie. Pero, como mismo son producto del tiempo, éste se ha encargado de ofrecerles una dimensión menos intimista hilvanados en un solo volumen. Es un diario, pero también podría ser una novela de ficción. Tómese como quiera.
De momento se puede conseguir sólo por internet, en un portal que fabrica cada ejemplar a la orden y lo envía directamente a casa de quien lo compre, sea en el lugar del mundo que esté.
Cosas de la globalización.
Agradezco de antemano la atención; la adquisición física más, y la lectura, obviamente, más todavía.
Les deseo felices navidades y un buen año nuevo 2009.
¡Cómo pasa el tiempo!
Jorge

El libro se puede conseguir aquí:


http://www.lulu.com/content/5151700